domingo, 3 de agosto de 2014

Asistencia celestial: la Vía Láctea

Una Asistencia Celestial: La Vía Láctea

En nuestros días, cualquier viajero europeo dispone de una red de carreteras bastante completa, además de mapas, guías, planos, teléfonos móviles o sistemas GPS. Aún así, cualquier ayuda se agradece y de ese modo, nos encontramos con que el Camino de Santiago está convenientemente señalizado.
Los peregrinos medievales no contaban con este tipo de asistencia, ni siquiera letreros y flechas que indicasen la dirección a seguir hasta la localidad más cercana, algo que, por otro lado, podría resultar bastante inútil para unos caminantes en su mayor parte analfabetos.
 Sin embargo, parece que el cielo no quiso abandonar a su suerte a los peregrinos jacobeos y dispuso que en las noches claras los peregrinos se pudiesen guiar hacia Compostela por una vía de polvo estelar que señalaba tan bien la dirección a seguir, que en España pasó a llamarse el Camino de Santiago.


            Yo recuerdo la primera vez que, de niño, advertí esa galaxia. Fue una noche de verano en la sierra madrileña y un amigo de mi padre me dijo que aquello era "el Camino de Santiago". Fue la primera vez que oí hablar de él y durante muchos años para mí el Camino de Santiago no fue otra cosa que un sinónimo de la Vía Láctea.
            Los antiguos griegos explicaron la formación de la vía láctea por medio de uno de sus mitos. Zeus, tras uno de sus muchos amores extraconyugales, tuvo uno hijo, Heracles, al que quiso dotar de la inmortalidad de los dioses, pero como su madre era humana, sólo podría lograrlo si era amamantado por una diosa. Bajó una noche Zeus a la tierra y, tomando al niño en sus brazos, lo elevó hasta los cielos, donde yacía dormida su esposa Hera, al pie de su carro tirado por pavos reales. Zeus depositó a Heracles sobre el regazo de Hera y se retiró para contemplar cómo el niño se alimentaba. Heracles, que poseía ya la fuerza que lo haría célebre, chupó el pecho de la diosa con tanta potencia que ésta se despertó por el dolor y retiró su mama de los labios del bebé. La succión había sido tan fuerte que un chorro de leche se escapó de la divina teta y se esparció por el firmamento. De esta manera queda explicado también el nombre de la galaxia.
Peter Paul Rubens: La Vía Láctea. Museo del Prado (Madrid).

Muchos siglos después de esto, el Pseudo Turpín, nos presenta a Carlomagno como el astrónomo descubridor de la galaxia:

            "Vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en el mar de Frisia y, extendiéndose entre Alemania e Italia, entre Galia y Aquitania, pasaba directamente por Gascuña, Vasconia, Navarra y España hasta Galicia, en donde entonces se ocultaba, desconocido, el cuerpo de Santiago".
Liber Sancti Iacobi.

Santiago se aparece en sueños a Carlomagno para pedirle que libere su tumba del poder de los sarracenos.
La encontrará siguiendo la Vía Láctea. Aire de services d'Hastingues (Aquitaine).

            Tirso de Molina, en su obra "La romera de Santiago", nos cuenta una jocosa historia de esta vía:
Es tanto,que el camino que en el cielo
por causa de estar cuajado
de estrellas llamó el gentil
camino de leche, han dado
en llamarle vulgarmente
el camino de Santiago.
Y es de suerte, que viniendo
cierto labrador cansado
del campo a su casa humilde
una noche de verano,
queriendo hacelle su esposa
lisonja, en medio de un patio
le puso la cama al fresco;
mas él los ojos alzando
al cielo y mirando encima
el camino de Santiago,
dio voces a su mujer,
y dijo: "¿No habéis mirado
dónde la cama habéis hecho?
¿Queréis que se caiga acaso
un bordón de un peregrino
de los que van caminando,
frasco lleno o calabaza,
y que nos quiebre los cascos?
Y creyéndolo los dos,
a un aposento, temblando,
con más miedo que vergüenza,
los colchones retiraron.

Tirso de Molina: "La romera de Santiago".

Peregrinos descuidados pueden causar accidentes dejando caer sus cosas a la Tierra.


sábado, 2 de agosto de 2014

El Códice Calixtino

El Codex Calixtinus
o
Liber Sancti Iacobi


            Capitulo especial merece el libro denominado Códice Calixtino, por lo que supone de asistencia al peregrino así como de todo lo referente a la peregrinación jacobea medieval.
Primera página del códice calixtino, con la falsa carta del papa Calixto II, quien aparece retratado en el momento de escribirla.

Se llama Códice Calixtino al libro material, atribuido al papa Calixto II, que se guarda en el tesoro de la Catedral de Santiago de Compostela desde el siglo XII. Para las copias de este códice, así como todas las impresiones que de él se han hecho se utiliza el título de Liber Sancti Iacobi, o sea, Libro de Santiago.

            Se trata en realidad de cinco libros encuadernados en un mismo volumen y que tienen como temática la figura de Santiago el Mayor o la peregrinación a su sepulcro.

            A manera de prólogo, el códice comienza con una carta del papa Calixto II "siervo de los siervos de Dios", dirigida a Guillermo, patriarca de Jerusalén, y a Diego (Gelmírez), arzobispo de Santiago, en la que anuncia el envío de la obra, para que la lean y la corrijan. Continúa la misiva papal dando datos sobre el libro que demuestran su veracidad y santidad: "Caí en poder de ladrones y despojado de todo sólo me quedó el manuscrito. Fui encerrado en prisiones y perdida toda mi hacienda, sólo me quedó el manuscrito. En mares de profundas aguas naufragué muchas veces y estuve a punto de morir, y al salir yo salió el manuscrito sin estropearse. Se quema una casa en la cual yo estaba y consumido mi ajuar escapó conmigo sin quemarse el manuscrito".

            Los dos primeros libros son para leer en la iglesia; los otros tres en el refectorio, siguiendo la costumbre monástica de escuchar una lectura durante las comidas, predecesora de nuestros almuerzos con telediarios. Este es el contenido de la obra:
            - Libro I: Sermones y textos para la liturgia de Santiago.
            - Libro II: Colección de milagros de Santiago.
            - Libro III: Traslación del cuerpo de Santiago y leyenda de las conchas veneras.
            - Libro IV: Historia Karoli Magni, o Historia Turpini, o más frecuentemente conocido como Pseudo Turpín, donde se recoge la ficticia peregrinación de Carlomagno a Compostela, relatada por al arzobispo de Reims, Turpín, que acompañó al rey de los francos en su empresa.
            - Libro V: Liber Peregrinationis o Libro de la Peregrinación.

            En esta obra se contienen muchas de las leyendas y tradiciones que se han mantenido, a través de los siglos, en Santiago y a lo largo del Camino, como algunos de los milagros del apóstol más populares o los himnos que se mantienen en la liturgia y la memoria de los peregrinos.
            El libro IV, el Pseudo Turpín, puede ser el más literario y más ameno, lleno de fantásticas aventuras que complementan las del Cantar de Roldán y suponen para los franceses una mitología profana, próxima a lo sagrado, como veremos, sobre todo, cuando hablemos de Roncesvalles.


            Pero, si la obra completa interesa a cualquier devoto de Santiago, el libro V puede importar especialmente a los peregrinos. Esta parte se ha considerado como la primera guía turística de la Historia y en ella encontramos ya perfectamente establecidos los caminos que, desde Francia, conducen a Santiago y que hoy conocemos con los nombres de Vía Francígena, Camino Francés o, simplemente, Camino de Santiago.

            El Liber Sancti Iacobi nos dice que existen cuatro rutas en Francia que recogen a los peregrinos jacobeos de toda Europa (se entiende que con la única excepción de España, donde puede haber mil caminos diferentes) y los conducen hasta Santiago. A estas cuatro rutas les da nombres:
            1.- Vía Turonense, la que parte de París y toma su nombre de la ciudad de Tours.
            2.- Vía Lemovicense, que se inicia en Vezelay y pasa por Limoges, que le da nombre.
            3.- Vía Podense, que comienza en Le Puy.
            4.- Vía Arlesiana, que recoge a los peregrinos en Arlés.

            Las tres primeras se unen en Ostabat, en territorio aún francés, y pasan a España a través de Roncesvalles. La última atraviesa el Pirineo por el puerto aragonés de Somport.

            Esta guía turística ofrece al lector, de una manera un tanto desordenada para el punto de vista actual, la información que el autor considera importante para los peregrinos. Desde luego, no es una guía en el sentido que hoy daríamos a la palabra y con ella el macuto nos sentiríamos más perdidos que el Minotauro fuera de su laberinto.
            La mayor información la da acerca de la propia Francia, que parece conocer bastante mejor que España, y sobre la ciudad de Santiago, o mejor dicho sobre la basílica. Su lectura nos transmite importantes datos sobre la fábrica románica, en un momento en que aún no se había construido el Pórtico de la Gloria y, mucho menos, todas las obras barrocas que hoy enmascaran el templo.
            Así como para un turista del siglo XXI los datos de mayor importancia en una guía pueden ser los monumentos y museos a visitar o los hoteles y restaurantes, para un peregrino eran y deberían seguir siendo las reliquias de santos que se hallaban en el camino que había de recorrer hasta su meta. Así como los restaurantes y tabernas nos ponen hoy en contacto con la meta gastronómica que buscamos, en aquellos tiempos eran estas reliquias las que les acercaban a la meta espiritual que anegaba Europa y que ahora muchos europeos buscan en la India y otros lugares de Oriente, a los que consideran amos de la espiritualidad, sin pararse a considerar las similitudes no sólo entre las doctrinas cristiana y orientales, sino también entre los vicios y virtudes del clero budista o los santones hindúes y los benedictinos o cartujos.
            También habla el Liber Sancti Iacobi de los ríos que atraviesa el camino y de la calidad de sus aguas, así como de las características de las tierras y gentes que se pueden encontrar en la ruta, denunciando los abusos de posaderos, barqueros y señores feudales sobre los peregrinos.

Sobre el autor.
            No se sabe si Diego Gelmírez o alguien de su cabildo se llegó a creer que el libro había sido compuesto por su benefactor el papa Calixto, pero desde que la historia empezó a considerarse como ciencia, incluyendo en ella los libros, objetos y sentimientos religiosos, nadie especula siquiera con la posibilidad de esa autoría y todo parece indicar que el autor no es otro que un tal Aymeric Picaud, donante del códice a la iglesia compostelana.
            De este Aymeric se sabe bien poco, por decir algo. Procedía del Poitou y era clérigo. Es más o menos lo que podemos decir del Arcipreste de Hita, y de los dos es fácil suponer que, salvando las distancias temporales, se dedicaban a lo mismo: a pasarlo bien y vivir del cuento. Aymeric Picaud fue, con bastante probabilidad, un goliardo, uno de esos clérigos vagantes, predecesores de la tuna compostelana, que se ganaban la vida contando y cantando historias por los caminos o perpetrando timos como el del Codex Calixtinus. Era, sin duda, un hombre de amplia cultura y conocedor de la curia romana, a la que seguramente habría tratado en el curso de una peregrinación. Parece que también había peregrinado a Jerusalén y seguramente a todos los santuarios que, como casinos, podían reportarle algún beneficio, sin duda un personaje interesante y encantador del que sólo la imaginación podría proporcionarnos una biografía.
            Lo que también está claro es que de haber funcionado en la Edad Media el mundo empresarial, Aymeric se habría forrado, pues su obra fue un auténtico best-seller. En 1172 un monje catalán copió el manuscrito y por la misma época se realizan copias para Bélgica y Francia, especialmente del libro IV, el "pseudo Turpín", del que en la actualidad se conservan más de cincuenta copias en toda Europa y traducciones hechas a las incipientes lenguas del continente. Los más prestigiosos hagiógrafos y teólogos de los siglos posteriores mencionarán constantemente el libro del papa Calixto cada vez que se refieran a Santiago el Mayor.


Ultreya

            La palabra "ultreya" se ha convertido en sí misma en una consigna entre jacobípetas, algo así como una contraseña que los identifica y que les renueva el ánimo. Incluso en un lugar tan alejado del camino Francés como el madrileño barrio de Salamanca hay un bar y restaurante que atiende por este nombre, seguido por el subtítulo de "Cocina jacobea" o algo similar. Allí estuve una vez con Mariano, cuando, peregrinos en una noche oscura, no hallábamos ningún santuario que diera alivio a nuestra sed.
            Esta palabra, de origen desconocido, forma parte de una de las partituras que se recogen en el Liber Sancti Iacobi, que se conoce normalmente como el canto del ultreya o con su primer verso: Dum Pater Familias. Parece que de entre todas las canciones de peregrinos, este cántico fue el más emotivo, el que los jacobitas entonaban con más frecuencia en los momentos de mayor dificultad o de mayor alegría y, redactado en una especie de esperanto, que parece mezclar latín con alemán y bable, entonaban el estribillo:
Herru Sanctiagu
Got Sanctiagu
E ultreya
e suseya
Deus aia nos (este verso aparece en otras versiones con la palabra "aia" trocada en "adiuva", es decir "ayuda", más correcta en latín.

            Me resulta fácil suponer que estos versos los entonaban los peregrinos en situaciones tan diferentes como cuando se veían sorprendidos por una tormenta de nieve y se confundían los aullidos del viento y de los lobos mientras ascendían al terrible Somport, o cuando, recién aseados en Lavacolla, llegaban a la cima del Montjoie (o Monte del Gozo, que antes que en castellano o gallego, tuvo nombre en francés) y divisaban con lágrimas en los ojos, después de tantísimos sufrimientos, la silueta de las torres de la catedral compostelana. Estos son los instantes, que podríamos llamar "momentos ultreya", esos en los que parece imperioso invocar la ayuda divina o en los que no le queda al peregrino más remedio que agradecer a Dios una fuerza y una resistencia que nunca hubiese creído que pudiese anidar en su interior.

Herru Sanctiagu,                       Señor Santiago,
Got Sanctiagu,                   Gran Santiago,
Eh, ultreia,                       Adelante, ea,
Eh, sus eia.                      Arriba, ea.
Deus, aia nos!                    ¡Dios, ayúdanos!

Dum Pater familias             Mientras el padre de familia,
Rex universorum                rey de todos,
donaret provincias               dio a las provincias
ius apostolorum,                 el derecho de los apóstoles,
Jacobus Yspanias               Santiago alumbra como luz
lux illustrat morum.             de las costumbres de España.

Primus ex Apostolis                 El primero de los apóstoles
Martir Jerosolimis.             el mártir de Jerusalén
Jacobus egregio                       Santiago está consagrado
sacer est martyrio.              sagrado martirio.

Jacobi Gallecia                   Galicia implora a Santiago
Opem rogat piam                su piadosa ayuda,
Glebe cuius gloria                cuya gloria abre al pueblo
Dat insignem viam,              una insigne vía,
Ut precum frecuentia            para cantar melodías
Cantet melodiam.                 la abundancia de sus súplicas.

Primus ex Apostolis                 El primero de los apóstoles
Martir Jerosolimis.             el mártir de Jerusalén
Jacobus egregio                       Santiago está consagrado
sacer est martyrio.              sagrado martirio.

Jacobo dat parium               A Santiago da gracias
omnis mundus gratis,           todo el mundo de los esposos,
ob cuium remedium              con cuyo remedio de amor
miles pietatis                    el soldado es suficiente
cunctorum presidium            defensa de todos
est ad vota satis.                para cumplir sus votos.

Primus ex Apostolis                 El primero de los apóstoles
Martir Jerosolimis.             el mártir de Jerusalén
Jacobus egregio                       Santiago está consagrado
sacer est martyrio.              sagrado martirio.

Jacobum miraculi                Por los milagros que se hacen
que fiunt per illum,              por el propio Santiago,
arctis in periculis                que lo aclamen
acclament ad illum,              en los duros peligros
quisquis solui vinculis          todos los que esperan
sperat propter illum.            ser por él liberados de sus cadenas.

Primus ex Apostolis                 El primero de los apóstoles
Martir Jerosolimis.             el mártir de Jerusalén
Jacobus egregio                       Santiago está consagrado
sacer est martyrio.              sagrado martirio.

O beate Jacobe,                  Oh, bienaventurado Santiago,
Virtus nostra vere              nuestra fuerza de veras,
nobis hostes remove                 aleja de nosotros
tuos ac tuere                     a tus enemigos y defiéndenos
ac devotos adhibe               y has que nosotros tus fieles
nos tibi placere.                       te seamos gratos

Primus ex Apostolis                 El primero de los apóstoles
Martir Jerosolimis.             el mártir de Jerusalén
Jacobus egregio                       Santiago está consagrado
sacer est martyrio.              sagrado martirio.

Jacobo propicio                  De Santiago benévolo
Veniam speramus,               esperamos el perdón.
et quas ex obsequio             y que demos tan eximio
merito debemus,                       padre las justas alabanzas
patri tan eximio                  que en verdad le debemos
dignas laudes demus. Amen.    por su ayuda. Amén.

Primus ex Apostolis                 El primero de los apóstoles
Martir Jerosolimis.             el mártir de Jerusalén
Jacobus egregio                       Santiago está consagrado
sacer est martyrio.              sagrado martirio.


En este disco aparece una buena y breve versión del Dum Pater Familias, interpretada por el coro gregoriano de la Abadía de Santo Domingo de Silos.




En julio de 2011, el Codex Calixtinus se convirtió en noticia una vez más. Alguien lo había robado de la cámara acorazada en que se guarda en la catedral compostelana. El sacrílego robo podía dar que pensar en un guión cinematográfico protagonizado por Catherine Zeta Jones y Sean Connery, interpretando a sendos sofisticados ladrones de obras artísticas.













Inmediatamente la policía se puso a investigar, mientras que las autoridades eclesiásticas dejaban la investigación en manos de la Santa Providencia y un par de hermanos franciscanos con experiencia en asuntos escabrosos.

Fray Guillermo de Canterbury y su fiel ayudante el hermano Adso de Melk, siguiendo la pista del códice en el Pórtico de la Gloria.
Un año después, las pesquisas policiales daban su fruto y se recuperaba el códice, dando al traste con las producciones de Hollywood, aunque quizá no con las del inspector Torrente. Y es que por muy siglo XXI que sea, seguimos en España y el autor del robo había sido un electricista empleado de la catedral.


Si se llega a hacer la película, habrá que pensar 
en sustituir a Sean y Catherine 
por una pareja más acorde 
con la realidad española.

viernes, 1 de agosto de 2014

Asistencia jurídica

La Asistencia Jurídica
            Las injusticias de los posaderos, así como de otros muchos, cometidas contra los indefensos peregrinos hizo necesaria una asistencia jurídica que estuvo básicamente en manos de los reyes.
            En toda Europa se hizo necesaria una legislación que protegiese a los peregrinos en el Camino y a sus familias y sus posesiones en su ausencia. Por supuesto, la Iglesia también tuvo que presionar a los monarcas para que tomaran en sus manos la defensa de quienes se ponían al servicio del Señor en los caminos. En la mayor parte de los casos, los reyes y príncipes europeos se limitaron a asegurar el respeto de los bienes de los peregrinos mientras durase su ausencia, pero hubo casos, como creo recordar que era el de Eslovaquia, donde al que peregrinase tres veces a Compostela, se le eximía de impuestos por el resto de sus días. Aun así parece que los eslovacos se pensaron mucho lo de hacerse a pie más de diez mil kilómetros de los de entonces.

Pero si las leyes no se cumplen en la actualidad como se pretende, mucho menos se cumplían cuando había estamentos privilegiados y así era fácil que un peregrino francés, por ejemplo, se encontrase al volver a casa, tras cinco meses de ausencia, con que su casa ya no era su casa, que sus hijas habían dejado de ser vírgenes y que su mujer estaba embarazada de tres meses. Este tipo de cosas es el que explica la reiterativa promulgación de leyes, que nadie parece muy dispuesto a cumplir. Sin embargo, la insistencia y los castigos acabarían poniendo algo de orden en aquel mundo caótico.



            En las Partidas, Alfonso X, dicta unas cuantas disposiciones con el fin de proteger a los peregrinos. Estas son algunas de ellas:























El Rey Sabio hace referencia a los portazgos, los impuestos que han de pagarse por pasar la puerta de una ciudad y de los que han de estar exentos los peregrinos. Lo cierto es que en muchísimos casos, por parte de la autoridad o del guardia, se cobraba a los peregrinos como si fuesen comerciantes. 
También estaban los pontazgos, o derechos por cruzar los puentes, peajes en caminos que atravesaban tierras de algún señor, etc.
 
Puerta de acceso a Carcasona

            Puesto que estas leyes no se cumplían con el rigor necesario, comenzaron a expenderse los salvoconductos personales, expedidos por un rey o príncipe para un titular, que debía mostrar ante cualquier autoridad, de manera que le franquease el paso por sus territorios.



domingo, 13 de julio de 2014

Asistencia hospitalaria

La Asistencia Hospitalaria

            A la asistencia espiritual y de obras públicas se sumaban otras fundamentales, que eran las de cobijo y pábulo. Para satisfacerlas, la Iglesia recurrió a la tradicional hospitalidad evangélica, pero muchos cristianos europeos no parecieron dispuestos a practicarlas, especialmente cuando los caminos se llenaron de cantidades ingentes de peregrinos. Una vez más había que echar mano de los monasterios, aunque enseguida quedó demostrado que estos no podían dar abasto a la gran cantidad de peregrinos que recorrían el camino de Santiago. 
Abadía de Jumièges, en Normandía. Durante los siglos de esplendor del Camino de Santiago gozó de mejor salud.


Dormitorio de la abadía de Fontenay (Borgoña). Puede servir de ejemplo esta estancia, ahora desprovista de catres, para hacernos una idea de cómo en los monasterios se daba alimento y cobijo a los peregrinos, siguiendo un precepto evangélico y las obras de caridad enseñadas por la iglesia. La austeridad cisterciense se aprecia sobre todo en este dormitorio en la falta de pavimento, aunque es de suponer que cada monje contaba con una cama individual, que es algo a lo que no siempre podían aspirar los peregrinos.

Ni había espacio suficiente para ellos ni su presencia podía permitir el desarrollo normal de la vida monacal que establecían las diferentes reglas, de modo que hubo que construir edificios especiales para ellos: los hospitales.



 La raíz de esta palabra está emparentada con otras como hospedería u hospedaje, por tanto no hay que confundirlas con las instituciones clínicas de nuestros días, aunque en ellas se llevaran a cabo también labores sanitarias. En el siglo XIII, Alfonso X habla de "ospitales et alberguerías" como de términos sinónimos, aunque durante toda la Edad Media se prefirió el uso del vocablo hospital, mientras que en las épocas más recientes se ha preferido la palabra de alberguería o albergue para designar a estos establecimientos.













            Los documentos más antiguos sobre hospitales en el Camino de Santiago datan del siglo X y desde ese momento su número no va a parar de crecer hasta el arribo de la crisis jacobea.
Hospiatl de San Juan, en Brujas. Uno de los pocos hospitales medievales de Europa que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días. 

Los documentos más antiguos sobre hospitales en el Camino de Santiago datan del siglo X y desde ese momento su número no va a parar de crecer hasta el arribo de la crisis jacobea.

            Los hospitales para peregrinos eran fundaciones de eclesiásticos o laicos. Se conservan más documentos fundacionales de hospitales creados por reyes o magnates que de obispos u órdenes religiosas, lo que contrasta con los textos conservados de los propios peregrinos. Esto puede deberse a que en los documentos eclesiásticos no se especifica el uso que se va a dar a las edificaciones dedicadas, digamos en términos modernos, a obras sociales.

La mayor parte e estos edificios ha desaparecido por falta de uso. No obstante, algunos de ellos han subsistido, con ligeras o profundas modificaciones, como el Hospital del Rey en Burgos, el de San Marcos de León o el de los Reyes Católicos, en la propia Compostela.

también en nuestros días, la iniciativa de vecinos, cofradías, autoridades civiles y eclesiásticas siguen fundando albergues para el descanso del peregrino, como es el caso de este de Rabanal del Camino, en la provincia de León, patrocinado por españoles e ingleses.



Las atenciones que los antiguos peregrinos recibían en los hospitales eran tan variadas como las formas y tamaños de los mismos. En algunos se daba simplemente alojamiento; otros en cambio contaban con enfermerías, servicio de peluquería, baños calientes y toda la gama de lujos que pudiese soñar el hombre medieval.


            En cuanto al sustento que se prodigaba en ellos, se puede suponer que era igual de variable. Los habría en que no diesen más que agua y otros en los que los peregrinos pudiesen satisfacer su hambre hasta hartarse, aunque estos debían de ser los más raros. En cualquier caso, dada la dieta de adelgazamiento a que solían estar sometidos los campesinos medievales, se puede comprender fácilmente que estuviesen encantados con la sopa boba que los monjes han seguido suministrando a los pobres durante siglos de caridad cristiana e inmisericorde pasividad estatal. Por supuesto, no se pueden pedir peras al olmo y los establecimientos religiosos nunca contaron con algunas atenciones que muchos peregrinos soñaron.



En el aspecto médico cabe suponer que las mayores artes curativas que los peregrinos encontraban en los hospitales, residían en sus propias oraciones.
 Muchos peregrinos estaban enfermos. Algunos partían ya dolientes de sus hogares y precisamente peregrinaban para obtener la sanación de manos del apóstol; otros enfermaban en el Camino por causa de privaciones y calamidades. Entre los primeros habría, sin duda, bastantes contagiados de enfermedades infecciosas y cabe pensar, que más que sanarse ante el sepulcro de Santiago, contagiaron a otros que fueron a visitarlo. Salvo epidemias concretas, que solían denominarse con el nombre genérico de "peste", la enfermedad contagiosa más frecuente en los siglos medievales era la lepra. Estos enfermos contaban en toda Europa con hospitales específicos, las leproserías (llamadas también lazaretos, en honor a San Lázaro, el santo patrón de estos enfermos), que podrían considerarse más bien como prisiones, construidos más con la idea de proteger a la población sana que con la de curar a los enfermos. Sin embargo, hubo leprosos que se echaron al camino en busca de su curación. Salvo que toparan con santos, incluidos o no en el santoral, estos peregrinos encontraron el desprecio y el terror de todos. Si su enfermedad era descubierta no se les admitía en hospitales ni mesones, ni siquiera en las ciudades. Oviedo parece tener una de las legislaciones más duras a este respecto y prohíbe la entrada en la ciudad a todos los leprosos salvo el "día de la Cruz". al que fuere sorprendido se lo expulsaría a lanzadas, y si reincidiese dos veces más sería quemado.
No todos los hospitales de peregrinos contaban con asistencia médica, pero sí hubo médicos o cirujanos en muchos de ellos. Sin embargo, la documentación sobre este tema es bastante escasa para la Edad Media, aunque se hace bastante más prolija para la Edad Moderna. De los siglos XVI y XVII se conocen las reglamentaciones de los médicos de muchos hospitales de peregrinos, en las que suele ser común el reconocimiento médico y el hecho de hacer guardia por las noches, de suerte que tiene que haber al menos dos médicos que puedan turnarse.
 Contaban también los hospitales con privilegios otorgados por los reyes, que principalmente los eximían de impuestos o los otorgaban tierras con que sacar unas rentas que les permitiesen reponer gastos.
           
            Los hospitales estaban destinados a los peregrinos pobres y enfermos, y también a los enfermos y pobres que no eran peregrinos, pero como lo barato y lo gratuito siempre atrae, parece que muchos nobles o pudientes se acercaban a ellos para pasar la noche sin gastar un doblón. Así se desprende del siguiente edicto del rey castellano  Alfonso XI:


Aunque ha de reconocerse con con el paso del tiempo, algunos hospitales medievales han devenido en albergues exclusivos para peregrinos con posibles, como este de Santo Domingo de la Calzada transformado en Parador Nacional de Turismo.




Durante la Edad Media, los caballeros y demás miembros de la nobleza contaban con un tipo de albergue que no solía estar abierto a los otros miembros de la sociedad: los castillos, palacios y casas señoriales, siempre y cuando no estuvieran en malas relaciones con sus dueños. Este castillo de Bonaguil, en Aquitania, que emerge ruinoso de la espesura de un bosque bien pudo dar cobijo en su tiempo a muchos nobles peregrinos.




A los demás peregrinos que sorprendiera la noche, o una tempestad lejos de una población, un monasterio o un centro hospitalario, sólo les quedaba rezar para encontrar una granja, donde quisieran darles asilo. Por supuesto, los caballeros tenían posada asegurada en estos lugares. Aunque bastante más moderna, estas cabanes du Breuil, no muy lejos del castillo anterior, podrían darnos una idea del tipo de alojamiento rural de la época.


            Por supuesto, existía también la hospitalidad profesional, la que ha llegado a derivar en los hoteles de Las Vegas. Hospederías, mesones, posadas, ventas, fondas y demás garitos hicieron su agosto durante siglos en el Camino de Santiago. Sólo era necesario un techo para poder dedicarse a este negocio. Hubo posadas de todas las cataduras, con diferencias aún mayores que las existentes entre los hospitales de caridad. El gremio no gozó nunca del afecto de los peregrinos y los testimonios que más nos han llegado de la Edad Media son las denuncias por los abusos cometidos contra los peregrinos. a pesar de ello, mientras el Camino funcionó, el negocio estuvo asegurado. Nunca había camas suficientes en los hospitales para albergar al tropel de romeros que iban y venían de Compostela.



      


  Por supuesto, existía también la hospitalidad profesional, la que ha llegado a derivar en los hoteles de Las Vegas. Hospederías, mesones, posadas, ventas, fondas y demás garitos hicieron su agosto durante siglos en el Camino de Santiago. Sólo era necesario un techo para poder dedicarse a este negocio. Hubo posadas de todas las cataduras, con diferencias aún mayores que las existentes entre los hospitales de caridad. 
Hoy, a lo largo del camino de Santiago seguimos encontrando albergues, pensiones, hostales, hoteles, restaurantes, mesones y bares que reclaman la atención de peregrino con carteles llamativos y ofertas especiales.