La Asistencia Jurídica
Las
injusticias de los posaderos, así como de otros muchos, cometidas contra los
indefensos peregrinos hizo necesaria una asistencia jurídica que estuvo
básicamente en manos de los reyes.
En
toda Europa se hizo necesaria una legislación que protegiese a los peregrinos
en el Camino y a sus familias y sus posesiones en su ausencia. Por supuesto, la Iglesia también tuvo que
presionar a los monarcas para que tomaran en sus manos la defensa de quienes se
ponían al servicio del Señor en los caminos. En la mayor parte de los casos,
los reyes y príncipes europeos se limitaron a asegurar el respeto de los bienes
de los peregrinos mientras durase su ausencia, pero hubo casos, como creo
recordar que era el de Eslovaquia, donde al que peregrinase tres veces a
Compostela, se le eximía de impuestos por el resto de sus días. Aun así parece
que los eslovacos se pensaron mucho lo de hacerse a pie más de diez mil
kilómetros de los de entonces.
Pero si las leyes no se cumplen en la
actualidad como se pretende, mucho menos se cumplían cuando había estamentos
privilegiados y así era fácil que un peregrino francés, por ejemplo, se encontrase
al volver a casa, tras cinco meses de ausencia, con que su casa ya no era su
casa, que sus hijas habían dejado de ser vírgenes y que su mujer estaba
embarazada de tres meses. Este tipo de cosas es el que explica la reiterativa
promulgación de leyes, que nadie parece muy dispuesto a cumplir. Sin embargo,
la insistencia y los castigos acabarían poniendo algo de orden en aquel mundo
caótico.
En
las Partidas, Alfonso X, dicta unas cuantas disposiciones con el fin de
proteger a los peregrinos. Estas son algunas de ellas:
El Rey Sabio hace referencia a los portazgos,
los impuestos que han de pagarse por pasar la puerta de una ciudad y de los que
han de estar exentos los peregrinos. Lo cierto es que en muchísimos casos, por
parte de la autoridad o del guardia, se cobraba a los peregrinos como si fuesen
comerciantes.
También estaban los pontazgos, o derechos por
cruzar los puentes, peajes en caminos que atravesaban tierras de algún señor,
etc.
Puesto
que estas leyes no se cumplían con el rigor necesario, comenzaron a expenderse
los salvoconductos personales, expedidos por un rey o príncipe para un titular,
que debía mostrar ante cualquier autoridad, de manera que le franquease el paso
por sus territorios.
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