domingo, 13 de julio de 2014

Asistencia hospitalaria

La Asistencia Hospitalaria

            A la asistencia espiritual y de obras públicas se sumaban otras fundamentales, que eran las de cobijo y pábulo. Para satisfacerlas, la Iglesia recurrió a la tradicional hospitalidad evangélica, pero muchos cristianos europeos no parecieron dispuestos a practicarlas, especialmente cuando los caminos se llenaron de cantidades ingentes de peregrinos. Una vez más había que echar mano de los monasterios, aunque enseguida quedó demostrado que estos no podían dar abasto a la gran cantidad de peregrinos que recorrían el camino de Santiago. 
Abadía de Jumièges, en Normandía. Durante los siglos de esplendor del Camino de Santiago gozó de mejor salud.


Dormitorio de la abadía de Fontenay (Borgoña). Puede servir de ejemplo esta estancia, ahora desprovista de catres, para hacernos una idea de cómo en los monasterios se daba alimento y cobijo a los peregrinos, siguiendo un precepto evangélico y las obras de caridad enseñadas por la iglesia. La austeridad cisterciense se aprecia sobre todo en este dormitorio en la falta de pavimento, aunque es de suponer que cada monje contaba con una cama individual, que es algo a lo que no siempre podían aspirar los peregrinos.

Ni había espacio suficiente para ellos ni su presencia podía permitir el desarrollo normal de la vida monacal que establecían las diferentes reglas, de modo que hubo que construir edificios especiales para ellos: los hospitales.



 La raíz de esta palabra está emparentada con otras como hospedería u hospedaje, por tanto no hay que confundirlas con las instituciones clínicas de nuestros días, aunque en ellas se llevaran a cabo también labores sanitarias. En el siglo XIII, Alfonso X habla de "ospitales et alberguerías" como de términos sinónimos, aunque durante toda la Edad Media se prefirió el uso del vocablo hospital, mientras que en las épocas más recientes se ha preferido la palabra de alberguería o albergue para designar a estos establecimientos.













            Los documentos más antiguos sobre hospitales en el Camino de Santiago datan del siglo X y desde ese momento su número no va a parar de crecer hasta el arribo de la crisis jacobea.
Hospiatl de San Juan, en Brujas. Uno de los pocos hospitales medievales de Europa que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días. 

Los documentos más antiguos sobre hospitales en el Camino de Santiago datan del siglo X y desde ese momento su número no va a parar de crecer hasta el arribo de la crisis jacobea.

            Los hospitales para peregrinos eran fundaciones de eclesiásticos o laicos. Se conservan más documentos fundacionales de hospitales creados por reyes o magnates que de obispos u órdenes religiosas, lo que contrasta con los textos conservados de los propios peregrinos. Esto puede deberse a que en los documentos eclesiásticos no se especifica el uso que se va a dar a las edificaciones dedicadas, digamos en términos modernos, a obras sociales.

La mayor parte e estos edificios ha desaparecido por falta de uso. No obstante, algunos de ellos han subsistido, con ligeras o profundas modificaciones, como el Hospital del Rey en Burgos, el de San Marcos de León o el de los Reyes Católicos, en la propia Compostela.

también en nuestros días, la iniciativa de vecinos, cofradías, autoridades civiles y eclesiásticas siguen fundando albergues para el descanso del peregrino, como es el caso de este de Rabanal del Camino, en la provincia de León, patrocinado por españoles e ingleses.



Las atenciones que los antiguos peregrinos recibían en los hospitales eran tan variadas como las formas y tamaños de los mismos. En algunos se daba simplemente alojamiento; otros en cambio contaban con enfermerías, servicio de peluquería, baños calientes y toda la gama de lujos que pudiese soñar el hombre medieval.


            En cuanto al sustento que se prodigaba en ellos, se puede suponer que era igual de variable. Los habría en que no diesen más que agua y otros en los que los peregrinos pudiesen satisfacer su hambre hasta hartarse, aunque estos debían de ser los más raros. En cualquier caso, dada la dieta de adelgazamiento a que solían estar sometidos los campesinos medievales, se puede comprender fácilmente que estuviesen encantados con la sopa boba que los monjes han seguido suministrando a los pobres durante siglos de caridad cristiana e inmisericorde pasividad estatal. Por supuesto, no se pueden pedir peras al olmo y los establecimientos religiosos nunca contaron con algunas atenciones que muchos peregrinos soñaron.



En el aspecto médico cabe suponer que las mayores artes curativas que los peregrinos encontraban en los hospitales, residían en sus propias oraciones.
 Muchos peregrinos estaban enfermos. Algunos partían ya dolientes de sus hogares y precisamente peregrinaban para obtener la sanación de manos del apóstol; otros enfermaban en el Camino por causa de privaciones y calamidades. Entre los primeros habría, sin duda, bastantes contagiados de enfermedades infecciosas y cabe pensar, que más que sanarse ante el sepulcro de Santiago, contagiaron a otros que fueron a visitarlo. Salvo epidemias concretas, que solían denominarse con el nombre genérico de "peste", la enfermedad contagiosa más frecuente en los siglos medievales era la lepra. Estos enfermos contaban en toda Europa con hospitales específicos, las leproserías (llamadas también lazaretos, en honor a San Lázaro, el santo patrón de estos enfermos), que podrían considerarse más bien como prisiones, construidos más con la idea de proteger a la población sana que con la de curar a los enfermos. Sin embargo, hubo leprosos que se echaron al camino en busca de su curación. Salvo que toparan con santos, incluidos o no en el santoral, estos peregrinos encontraron el desprecio y el terror de todos. Si su enfermedad era descubierta no se les admitía en hospitales ni mesones, ni siquiera en las ciudades. Oviedo parece tener una de las legislaciones más duras a este respecto y prohíbe la entrada en la ciudad a todos los leprosos salvo el "día de la Cruz". al que fuere sorprendido se lo expulsaría a lanzadas, y si reincidiese dos veces más sería quemado.
No todos los hospitales de peregrinos contaban con asistencia médica, pero sí hubo médicos o cirujanos en muchos de ellos. Sin embargo, la documentación sobre este tema es bastante escasa para la Edad Media, aunque se hace bastante más prolija para la Edad Moderna. De los siglos XVI y XVII se conocen las reglamentaciones de los médicos de muchos hospitales de peregrinos, en las que suele ser común el reconocimiento médico y el hecho de hacer guardia por las noches, de suerte que tiene que haber al menos dos médicos que puedan turnarse.
 Contaban también los hospitales con privilegios otorgados por los reyes, que principalmente los eximían de impuestos o los otorgaban tierras con que sacar unas rentas que les permitiesen reponer gastos.
           
            Los hospitales estaban destinados a los peregrinos pobres y enfermos, y también a los enfermos y pobres que no eran peregrinos, pero como lo barato y lo gratuito siempre atrae, parece que muchos nobles o pudientes se acercaban a ellos para pasar la noche sin gastar un doblón. Así se desprende del siguiente edicto del rey castellano  Alfonso XI:


Aunque ha de reconocerse con con el paso del tiempo, algunos hospitales medievales han devenido en albergues exclusivos para peregrinos con posibles, como este de Santo Domingo de la Calzada transformado en Parador Nacional de Turismo.




Durante la Edad Media, los caballeros y demás miembros de la nobleza contaban con un tipo de albergue que no solía estar abierto a los otros miembros de la sociedad: los castillos, palacios y casas señoriales, siempre y cuando no estuvieran en malas relaciones con sus dueños. Este castillo de Bonaguil, en Aquitania, que emerge ruinoso de la espesura de un bosque bien pudo dar cobijo en su tiempo a muchos nobles peregrinos.




A los demás peregrinos que sorprendiera la noche, o una tempestad lejos de una población, un monasterio o un centro hospitalario, sólo les quedaba rezar para encontrar una granja, donde quisieran darles asilo. Por supuesto, los caballeros tenían posada asegurada en estos lugares. Aunque bastante más moderna, estas cabanes du Breuil, no muy lejos del castillo anterior, podrían darnos una idea del tipo de alojamiento rural de la época.


            Por supuesto, existía también la hospitalidad profesional, la que ha llegado a derivar en los hoteles de Las Vegas. Hospederías, mesones, posadas, ventas, fondas y demás garitos hicieron su agosto durante siglos en el Camino de Santiago. Sólo era necesario un techo para poder dedicarse a este negocio. Hubo posadas de todas las cataduras, con diferencias aún mayores que las existentes entre los hospitales de caridad. El gremio no gozó nunca del afecto de los peregrinos y los testimonios que más nos han llegado de la Edad Media son las denuncias por los abusos cometidos contra los peregrinos. a pesar de ello, mientras el Camino funcionó, el negocio estuvo asegurado. Nunca había camas suficientes en los hospitales para albergar al tropel de romeros que iban y venían de Compostela.



      


  Por supuesto, existía también la hospitalidad profesional, la que ha llegado a derivar en los hoteles de Las Vegas. Hospederías, mesones, posadas, ventas, fondas y demás garitos hicieron su agosto durante siglos en el Camino de Santiago. Sólo era necesario un techo para poder dedicarse a este negocio. Hubo posadas de todas las cataduras, con diferencias aún mayores que las existentes entre los hospitales de caridad. 
Hoy, a lo largo del camino de Santiago seguimos encontrando albergues, pensiones, hostales, hoteles, restaurantes, mesones y bares que reclaman la atención de peregrino con carteles llamativos y ofertas especiales.









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