jueves, 10 de julio de 2014

Asistencia espiritual

La asistencia al peregrino


Un desplazamiento que movió a millones de peregrinos a lo largo de Edad Media tuvo que contar a la fuerza con una red asistencial que cubriera todas las rutas hacia Compostela. Papas, obispos, abades, órdenes religiosas y militares, reyes, señores feudales, ayuntamientos y concejos procuraron esa asistencia en mayor o menor medida.

La Asistencia Espiritual
Indulgencias y Compostelas
            Puesto que la peregrinación es un viaje cargado de espiritualidad, la primera necesidad que había que cubrir era precisamente la espiritual. Sólo la Iglesia podía colmar las inquietudes de los peregrinos y para eso los premió con el perdón de los pecados al llegar a Santiago.
La "compostela"
            No se conocen con exactitud las indulgencias que se ganaban con la peregrinación jacobea durante la Edad Media. Se atribuye al papa Calixto II, como no, la instauración del Año Santo en aquellos años en que la fiesta del apóstol - 25 de julio - cayese en domingo. En esos años la indulgencia era plenaria, es decir que al peregrino le quedaban perdonados todos sus pecados anteriores. Para los otros años hay diversas opiniones, pero en cualquier caso suponían el perdón de una parte importante de los pecados, así como cientos de días de indulgencia en el purgatorio. Para conseguirlos era necesario confesar y comulgar en la basílica compostelana. Al menos desde el siglo XIV se expide un documento que certifica haber realizado la peregrinación, la célebre "compostela". Esto era algo esencial para aquellos peregrinos que habían realizado su viaje no por propia iniciativa, sino por imposición judicial.



En la actualidad el peregrino debe proveerse antes de iniciar su peregrinación de un pasaporte o "credencial del peregrino", en el que le vayan imprimiendo los sellos de los lugares por donde pasa. 

Anverso y reverso de una credencial del peregrino que recorrió el camino del Norte.

Con este documento convenientemente rellenado, el peregrino podrá demostrar al expendedor de compostelas que ha seguido el Camino de Santiago. Los sellos pueden ser de albergues, parroquias o cualquier otro establecimiento situado en la población precisa.
Credencial de un peregrino de 2010. El peregrino es consciente de que se trata de un año santo y que por lo tanto le serán perdonados todos sus pecados al llegar a Compostela.

En la Edad Media y en los siglos posteriores, hasta algún momento posterior a la revolución industrial, a cualquier peregrino que llegase a Santiago se le consideraba digno merecedor de la compostela y de las indulgencias. Sin embargo, desde la aparición del barco de vapor, el ferrocarril, el automóvil y el avión las cosas han cambiado y, como si fuese obra de algún concilio entre católicos y menoritas y amish, hoy en día sólo se pueden alcanzar esas gracias si se recorre el camino a pie, en bicicleta o a caballo, con la excepción de los sumos pontífices que suelen hacer la travesía en helicóptero y papamóvil.

He aquí tres ejemplos de peregrinos dignos de recibir los parabienes de la Iglesia actual:
Peregrinos en Burgos, caminando hasta Santiago. El que es guiado por el perro lazarillo, debería quizá llevar pintado de blanco el bordón.

Peregrino alemán en el alto de Ibañeta. Poco a poco se le irá borrando la sonrisa triunfalista.

Peregrino a caballo atravesando León. No es el transporte ideal cuando se sufre de hemorroides.

En cualquier caso, siempre ha habido clases y en los siglos medievales no era lo mismo atravesar media Europa caminando desnudo y cargado de cadenas, viviendo de limosnas, que hacerlo cubierto de pieles y sedas a lomos de un mullido equino y acompañado de sirvientes y mesnaderos, que te van buscando aposento en los castillos y palacios cercanos. En nuestros días, a aquellos que no se sientan abrumados por el peso de sus pecados, les cabe la posibilidad de recorrer el camino a bordo de un cómodo vehículo autopropulsado y alojarse en paradores y hoteles de lujo, donde degustar la cocina regional o lo que quede de ella tras la irrupción de la nouvelle cuisine.

En el Camino hay sitio para todos. Y si no, hay cunetas.
            Además de las indulgencias conseguidas en la catedral compostelana, los peregrinos podrían obtener algunas más al visitar las reliquias de diversos santos que hallasen en su camino. También la Iglesia procuró que las rutas principales a Santiago atravesasen las localidades que guardaban estas reliquias.
Las reliquias ponían en contacto al hombre con la santidad, con aquellos que gozaban de la eterna contemplación de la divinidad en el Paraíso. La artúrica demanda del Santo Grial no es más que una anécdota literaria. Tropeles de antecesores de Indiana Jones recorrían el mundo en busca de restos de la Virgen y de los apóstoles, de santos antiguos, pero también de los más recientes, de los que acababan de abandonar este valle de lágrimas. Así cuenta un testigo lo ocurrido en el velatorio de Santa Isabel: “Los presentes se acercaron conociendo perfectamente la santa condición del cuerpo y, encendidos por la veneración, cortaron y arrancaron los paños que la cubrían, unos le cortaron las uñas de los pies y de las manos; otros los pezones y un dedo de la mano, para guardarlos como reliquias”.



Templos y monasterios surgieron al lado del Camino, donde los peregrinos pudiesen hallar alivio a sus inquietudes espirituales: misas, confesiones y comuniones se les dispensaban por parte de los sacerdotes establecidos en ellos. 
Tímpano románico de Sainte Foy de Conques. El escultor recuerda al peregrino lo que le espera al final de sus días: el Juicio Final. La placentera quietud del Cielo o los tormentos del Infierno. Tú verás lo que haces. Se admiten limosnas.
En este sentido merece especial galardón la orden benedictina de Cluny, convertida en agencia de publicidad y relaciones públicas que se encargó de difundir las excelencias de la peregrinación a Compostela y que obtuvo tierras para construir sus monasterios y abadías en todos los territorios que atravesaba el Camino.



Edificada en el ducado de Borgoña, Cluny fue durante siglos un próspero negocio. Pero en el siglo XV Borgoña fue anexionada a la corona francesa, lo que en principio no supuso merma para los abades, salvo poorque su nueva ubicación política traería consigo tres siglos después cierta revolución que no veía con buenos ojos los centros monásticos. Esto de la izquierda es lo que queda. 




            Por supuesto, entre las grandes masas de peregrinos, hubo muchos que no regresaron nunca a sus países de origen, no porque conocieran a una guapa gallega, sino porque se dedicaran al definitivo cultivo de las malvas en cualquier lugar del largo Camino. Teniendo en cuenta las condiciones de la peregrinación, así como las de muchos peregrinos, la Iglesia ya tenía esto previsto y de ese modo otorgaba también la indulgencia plenaria al que muriere a la ida, durante su estancia en Compostela o en el regreso. Así también se procuró que se diese santo entierro a estos peregrinos de forma digna y costeados los gastos por cofradías o concejos. Debe tenerse en cuenta que para las gentes medievales el entierro era algo tan importante como los cuidados médicos, pues de ello dependía en gran parte la resurrección de sus cuerpos en los tiempos finales.
Cementerio municipal de Navarrete (La Rioja). La portada perteneció e un hospital de peregrinos de la
Orden de San Juan de Jerusalén, trasladada a su ubicación actual en el siglo XIX.

            Como si la ayuda divina no fuese fácil de conseguir, la Iglesia católica siempre ha promovido la labor de esos intermediarios especializados que son los santos. Pronto surgieron santos peregrinos, a los que los romeros podían invocar como a camaradas del camino. De todos ellos, quizá el más popular sea San Roque, a quien siempre  se representa ataviado con el hábito de peregrino.


En esta estampita San Roque fue retratado antes de que Ramón Rodríguez le cortase el rabo a su perro.
San Roque de Montpellier peregrinó a Roma (no a Compostela a pesar de las conchas con que se le representa) y se dedicó a curar a las víctimas de la peste negra, por todo ello es tanto patrón de los peregrinos como de los apestados. Se le suele representar acompañado por un perro, que muchas veces lleva un pan en la boca. Aunque en ocasiones pueda parecer que se levanta la falda para hacer autoestop, en realidad lo hace para mostrar los bubones de la peste, de la que acabó contagiado.

Otros santos que por su iconografía pueden llevarnos a confusión son: San Amaro, San Orante, San Rainiero de Pisa, San Ricardo de Inglaterra, San Guido de Anderlecht o San Gerardo de Gallinaro.
Pequeña muestra del catálogo de santos peregrinos.





En los últimos tiempos otros peregrinos han subido a los altares, como San Juan Pablo de Wadowice. Aunque la iconografía no se ha desarrollado todavía, es de presumir que los atributos papales prevalecerán sobre los de peregrino.









No contentos con los mortales que han subido a los altares, está también el arcángel San Rafael. Este es más fácil de distinguir por su aspecto ambiguo y asexuado y, sobre todo, por las extremidades plumíferas que surgen a su espalda.
La razón para que se le represente como peregrino es que en el Antiguo Testamento el arcángel aparece como compañero de viaje de Tobías, ayudándole y logrando la curación para su padre.










Por último, para los devotos marianos, existe también la representación de la Virgen María en su advocación de Peregrina, a quien se adorna también con los atributos de la peregrinación: conchas, sombrero, bordón, calabaza, esportilla, aunque de materiales y marcas de prestigio.
Además de peregrinos y caminantes, es patrona de lols pontevedreses.

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